Cloaking: el disfraz digital que abre la puerta al fraude | TIC Defense te lo cuenta
En la ciberseguridad pocas técnicas resultan tan engañosas como el cloacking. Aunque ha nacido como una mala práctica de SEO o de sombrero negro, en su lógica de mostrar una cosa y ocultar otra, se ha extendido en el terreno de la seguridad informática, en donde los hackers maliciosos la utilizan para disfrazar amenazas y burlar defensas.
El cloacking en el contexto de la ciberseguridad, no es solo un truco para manipular buscadores, es un recurso para esconder malware, disfrazar phishing y manipular la percepción de los usuarios y de múltiples sistemas de detección.
Además, funciona como un disfraz digital. El actor de amenazas prepara dos versiones de un mismo recurso; una “limpia” que se muestra a los sistemas de seguridad o a los bots de verificación y otra maliciosa que se entrega al usuario real. De esta forma, el antivirus o el filtro de correo cree que todo está en orden, mientras que la víctima recibe el contenido infectado.
Un ejemplo es el de phishing camuflado; el servidor detecta si la visita proviene de un motor de análisis de Google o de un sistema antiphishing, y en ese caso muestra una página inofensiva. Sin embargo, si la visita es de un usuario común, despliega la copia falsa de un banco o servicio digital para robar credenciales.
Los cibercriminales aplican también el cloaking en la distribución de malware. Un archivo puede presentarse como un documento PDF legítimo cuando es escaneado por un sistema de seguridad, no obstante, al ejecutarse en la máquina del usuario revela su verdadera naturaleza; puede ser un troyano, un keylogger o un ransomware.
Este tipo de disfraz aprovecha vulnerabilidades en los sistemas de detección, que muchas veces confían en la primera capa de análisis. El resultado es devastador, ya que el malware se instala sin levantar sospechas y el usuario cree que abrió un archivo seguro.
Del mismo modo, el cloacking no solo compromete sistemas técnicos, erosiona la confianza también. Cuando algún usuario descubre que la página que parecía legítima era un fraude, o que el archivo supuestamente seguro era un virus, la percepción de seguridad en el entorno digital se desploma. Por ello, recuperar esa confianza es mucho más difícil que recuperar un sistema hackeado.
En este mundo, la integración digital es constante y avanza rápidamente, muchas veces sin que nos demos cuenta. Por ejemplo, la banca online, comercio electrónico, servicios en la nube, entre otros, la confianza es el verdadero activo. El cloacking puede atacar de forma directa ese valor, generando un terreno fértil para la desinformación, el robo de datos y el fraude bancario.
Por esta razón, la defensa contra el cloacking existe una combinación de tecnología con criterio humano, a partir de un análisis dinámico de archivos y páginas, capaz de ejecutar el contenido en entornos controlados para revelar comportamientos ocultos. Además, la implantación de sistemas de detección avanzados que puedan comparar lo que ve un bot con lo que recibe un usuario real.
El cloacking es mucho más que un truco técnico, se trata de una estrategia de manipulación que busca explotar la confianza de usuarios y de sistemas. Su poder radica en la invisibilidad, en la capacidad de mostrar una cara amable mientras se esconde la amenaza real.